Pobre de tí, querida amiga, no tienes voz y todos hablan por tí. No sé si tienes sexo, si tienes género, pero todo el Mundo, te hace lo peor.
Hay naciones que declaradamente son religiosas y algunas son tus peores detractoras.
De lo que sí estoy seguro es que tienes oidos, pero qué duro tambien para tí, que todo lo oyes y te agitas y te revuelves, pero nadie te oye, porque aunque teniendo lengua hace mucho, que la tienes sedada y amarrada con cincuenta mil sogas.
Percibo que tienes mucha hambre de pan, de cultura, de Dios. Si todos te nutrieramos en cada una de estas áreas, serías majestuosa, bella, impresionante. Pero tan apagadilla te tienen, que cualquiera, levanta la bandera a nombre de la democracia y ni siquiera te pide permiso. ¿A saber si te gustan las banderas?
¿Qué eres democracia? Que día y noche pienso en tí y no tengo idea clara de tú escencia, porque desde la época escolar, de colegio y universidad, al educador de turno se le ocurría decir lo que se le antojaba, dejando de lado la ética, los postulados y los precursores de tú existencia.
¿Señor bendito que estás en el cielo, algún día nos perdonarás, por deformar este don tan maravilloso que desde hace miles de años nos donaste?
Solo tú, en tú infinita misericordia y sabiduría, nos puedes enseñar el camino a seguir, porque lastimosamente, todas las rutas marcadas por quienes dicen ser hijos de la democracia, han fallado. Oye señor muestranos, cuál es la auténtica senda para recobrar la salud de la alicaída Democracia.
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